La “Cumbre por la Democracia” de Biden, un traje a su medida FOTO AGENCIAS

**La cumbre virtual convocada por el Gobierno de Estados Unidos los días 9 y 10 de diciembre, con discursos pregrabados de los invitados y una agenda totalmente manipulada, fue un ejercicio demagógico, sin beneficio alguno para la comunidad internacional y sin propuesta alguna para solucionar ni siquiera alguno de los problemas más acuciantes del globo**

CIUDAD MCY.-La convocatoria “en línea” teledirigida por Estados Unidos solo sirvió para mostrar el creciente aislamiento, la enajenación y la pérdida de influencia de la nación más poderosa del planeta.

En uso del pragmatismo, el único resultado aparente de esta reunión de socios de un club de veraneo fue el compromiso de destinar más de 400 millones de dólares a la subversión política de Estados soberanos en franca violación del derecho internacional.

El imperio estadounidense puso por delante, otra vez, la zanahoria: Joe Biden anunció un nuevo fondo de 424 millones de dólares bajo el eufemismo de Renovación Democrática, que repartirá a su antojo la agencia estadunidense para el exterior (Usaid).

Incluidos están fondos para apoyar y defender a medios y periodistas independientes en otros países (o sea, para llenar los medios regionales y las redes sociales de fake news y propaganda), e imponer esta “renovación democrática” en el imaginario colectivo mundial.

Mientras se llevaba a cabo el encuentro, el Tribunal Superior británico fallaba a favor del Ejecutivo estadounidense para que Julian Assange fuera extraditado a enfrentar cargos inventados de espionaje que podrían resultar en una sentencia de muerte.

EEUU ha perseguido a Assange por denunciar sus crímenes de guerra masivos, crímenes contra la humanidad, delitos de espionaje global y corrupción. Dicho caso advierte que la libertad de expresión y el periodismo independiente están siendo atacados sin piedad por las autoridades gringas en ese odioso doble rasero de nefastos resultados.

LOS INVITADOS: CÓMPLICES Y SÚBDITOS

Hasta la ONG Freedom House, que pertenece a la red de financiados por agencias injerencistas estadounidenses, clasificó a algunos de los asistentes como menos democráticos que algunos de los excluidos.

El territorio de Taiwán fue invitado como representante de una democracia, mientras que China fue excluida. Según la ley estadounidense, la política de Una Sola China considera que Beijing tiene soberanía sobre Taiwán. Entonces, la invitación puntual a Taipéi antes que Beijing es una vulgar provocación a China.

Ucrania fue otra de las naciones invitadas a asistir, mientras que Rusia también fue excluida. Desde el golpe de Estado respaldado por EEUU en Kiev, en 2014, contra un gobierno electo, Ucrania se ha convertido en sinónimo de corrupción y asesinato de periodistas.

El operador antichavista al que la Casa Blanca reconoce como presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, fue invitado como representante en una clara señal de apoyo injerencista. También integró en su delegación a la activista nicaragüense Berta Valle, esposa de otro operador detenido, Félix Madariaga, y a la disidente cubana Rosa María Payá, que es hija del anticastrista Oswaldo Payá.

Colombia, otro invitado a la cita “democrática”, es el segundo país más peligroso del mundo para los defensores de los derechos humanos o del medioambiente. En 2020 fueron asesinados más de 250 líderes indígenas, activistas de derechos, ecologistas o excombatientes de las FARC.

En el primer semestre de este año ascendían ya a más de 350. En las protestas callejeras que comenzaron en abril de 2021 al menos 44 personas fueron asesinadas y otras 500 “desaparecieron”; sin embargo, Iván Duque ocupó su lugar sin remordimiento.

El Gobierno estadounidense protagoniza una campaña peligrosa, dirigida a crear un cisma internacional, a dividir el planeta y a castigar a los países que defienden proyectos progresistas o no aceptan los modelos impuestos por EEUU.

Para seguir imponiendo este mundo unipolar, la Casa Blanca necesita cada vez más el apoyo de otros países. Por eso intenta formar un bloque. Los países invitados a la cumbre no fueron elegidos por su democracia, sino por su obediencia al imperio.

CUMBRE INSERVIBLE

Han pasado algunos días desde que finalizó el evento y pocos son capaces de explicar o recordar qué sucedió allí.

El Gobierno estadounidense perdió la oportunidad de convocar a un encuentro inclusivo, promotor de la cooperación, a la búsqueda de soluciones a cualquiera de los problemas que con más apremio y gravedad impactan la vida de la mayoría de la población del mundo.

No quiso aunar esfuerzos para enfrentar el hambre, la desnutrición, la pobreza y crecientes desigualdades, la insalubridad, los problemas migratorios, el narcotráfico, el crimen organizado y transfronterizo, la carrera armamentista o el cambio climático.

No concibió siquiera la idea de convocar a los líderes del mundo para debatir y articular una respuesta concertada a la pandemia de la COVID-19 y otras enfermedades transmisibles. EEUU no puede aportar soluciones mientras sus políticas sean parte esencial de tan graves problemas.

Con gran demagogia, convocó al encuentro irreal bajo el tema de la “democracia”, asumida como la defensa del capitalismo y aplicable únicamente a gobiernos que no desafíen la autoridad hegemónica de EEUU.

Tal fabricación pone en clara evidencia el verdadero propósito divisionista y el interés en desviar la atención mundial de los graves problemas que enfrentan hoy la sociedad y el sistema político estadounidenses.

Un país donde el dinero pesa más que la voluntad popular de los ciudadanos, en el que se promueve la venta libre y uso irresponsable de armas letales, la intervención y la injerencia en los asuntos internos de Estados soberanos, donde el racismo es sistémico y la guerra constituye el negocio más lucrativo, no tiene nada que enseñar a la comunidad internacional.

LA DEMOCRACIA QUE SÍ LE GUSTA A EEUU

Un estudio de la Universidad de Princeton titulado Prueba de las teorías de la política estadounidense: élites, grupos de interés y ciudadanos promedio reveló que las preferencias políticas de los grupos de interés de masas y los ciudadanos promedio no influyen en la probabilidad de que el gobierno adopte una política.

Por el contrario, las preferencias de las élites económicas y los grupos organizados que representan los intereses comerciales están altamente correlacionadas con la probabilidad de que se adopte una política.

La desaprobación del Congreso alcanzó un máximo de 86% por 104 veces desde 2011 y la percepción pública de la integridad electoral también es baja: según un proyecto de la Universidad de Harvard, EEUU ocupa el puesto 57 de 165 países en las elecciones entre 2012 y 2018.

Los «problemas estructurales que socavan la democracia estadounidense» incluyen leyes electorales y manipulación que favorece a los titulares (lo que puede explicar los índices de aprobación consistentemente bajos), una falta de transparencia en el financiamiento de campañas y «comunidades de color que experimentan dificultades para registrarse y votar».

Un refrán venezolano dice que «quien tiene techo de vidrio no tira piedras al del vecino», el público estadounidense estaría mejor servido si su gobierno se enfocara en limpiar el desorden en su propia casa.

En realidad, trató de hacer de su concepción de la «democracia» el epicentro para dirigir su creciente alianza global contra China y Rusia, de esta manera establece una línea divisoria ideológica en la nueva Guerra Fría y se distrae de las motivaciones económicas y estratégicas detrás de su rivalidad global, también de su derrota.

En Siria, Libia, Irak, Afganistán, Bielorrusia, Ucrania, Venezuela, Nicaragua y Honduras han intervenido durante las últimas décadas con medios antidemocráticos que casi siempre se utilizan para fines antidemocráticos, todo en nombre de la promoción de la democracia.

Lo cierto es que el país que insiste en llamarse líder de la democracia convocó a una Cumbre por la Democracia, cuando ni siquiera puede garantizar el sufragio efectivo en su propio país.

Curiosa es también la definición de la administración de Joe Biden sobre quienes son o no guardianes de la democracia –los buenos y los malos del mundo–, una selección nostálgica de los tiempos de la Guerra Fría, quizá con el único fin de revivir tensiones innecesarias.

MARCOS GAVIDIA