CIUDAD MCY.- Convencido que el cine venezolano es una maravillosa y poderosa fuerza sociofilosófica, pletórica de profundo humanismo y amor patrio, capaz de trascender tiempos y espacios, el cineasta Alejandro Picó conversó sobre la importancia del Séptimo Arte como poderosa herramienta de inclusión y transformación social, capaz de convertirse en genuina memoria de los pueblos.

En el marco de las actividades programadas en Aragua, para celebrar los 126 años del cine nacional, realizadas en el TOM, apoyadas por el Gobierno Bolivariano de Aragua, a través de la Secretaría de Cultura, el director del documental “Un país llamado el Pez que Fuma”, destacó la importancia de reconocer el tremendo impacto mediático del cine en la actualidad.

“Una de las grandes maravillas del cine, que además de entretenerte, emocionarte, contarte dramas, alegrías y tristezas, es que se convierte en memoria. No solamente al abordar el cine histórico, sino también el contemporáneo. Tiene que ver con la identidad de lo que somos”, expresó el cineasta Picó.
Este considera que el cine venezolano tuvo su época dorada durante la década de los años 70 y 80, donde se produjeron películas que impactaron a la gente, “Y por eso mismo, todavía son recordadas por todos”, aseveró.

Alejandro Picó, figura emergente de la cinematografía nacional, expone sus inquietudes bajo una coartada lógica, coherente, irrefutable, que no sabe explicarse sin las debilidades que la vuelven poderosa, y sin sus errores más acertados.

Al respecto, el cineasta venezolano expresó: “Hoy en día debemos reconocer que estamos viviendo la era de las plataformas digitales, que llegaron para quedarse, y como era de suponerse, este fenómeno se ha trasladado a las grandes salas de cine.

Recordemos que en los años 70 y 80 el cine venezolano tenía gran aceptación en el público, llegando a tener más taquilla que el cine internacional. Películas como Soy un delincuente, Homicidio Culposo, Macu: la mujer del policía o El Pez que Fuma, por nombrar sólo algunas, marcaron pauta en nuestra cinematografía”.

Picó continuó diciendo: “Esa era nuestra tradición de cine.

Teníamos una gran cantidad de salas de cine en todo el país. A partir de los años 90 todo eso fue cambiando a raíz de la llegada de las grandes casas de cine, y fue disminuyendo, de manera alarmante, la cantidad de cines como tal. En Caracas los teatros se convirtieron en salas para otras actividades, lo que me parece bien, pero desaparecieron la magia implícita en el Séptimo Arte.

Desaparecieron ese sitio donde acudir para ver tu película en pantalla gigante”.

Las reflexiones de Picó se tornan en profunda reconciliación intimista con urgencias cinematográficas actuales, tramitadas emocionalmente entre sensaciones, virajes de ánimo, desgarraduras sociales y psicológicas.

“Durante los años de pandemia la gente se acostumbró a quedarse en casa, perdiendo el valor implícito en acudir a las salas de cine. No debemos perder ese romanticismo que te da la sala oscura, con tu butaca y tus cotufas, para apreciar en pantalla grande, una buena película con un excelente sonido.

Acudir a una gran pantalla, no tiene comparación. Debo acotar que este fenómeno está pasando a nivel mundial, donde la audiencia de la gente que acude a las salas de cine, está bajando de manera considerable, gracias a la llegada y consolidación de estas nuevas plataformas. Y cada año, pareciera que las grandes compañías relacionadas con el cine, se ponen de acuerdo para crear más”, aseveró el cineasta venezolano.

Sus palabras, sencillas y accesibles, se convierten en obra de pensamiento visual deseable. Alejandro Picó conoce, a su modo, que solo una revolución cinematográfica íntegra a nivel mundial proporcionará a la humanidad los medios para fortalecer sus capacidades amatorias.

De organizar humanamente a la sociedad, pasará a ser sujeto amante, con voluntad propia y fuerza emocional para vencer perversos embates imperialistas.

“Como director del documental Un país llamado el Pez que Fuma, invito al público venezolano a reconciliarse con nuestro cine. A los 126 años del Día Nacional del Cine, los invito a apoyar a nuestros creadores audiovisuales. Que cuando salga una película venezolana la gente se aboque a verla, porque son nuestras historias.

A los nuevos cineastas les digo que cuenten nuestras propias historias: la de tu familia, comunidad, personajes importantes de nuestra cotidianidad.

Porque eso es lo que debemos mostrarle al mundo, porque eso es lo que somos. Claro, con calidad y mediante el uso de un apropiado lenguaje cinematográfico para trasmitir siempre un mensaje”, reflexionó, de manera final, Alejandro Picó.

AGENCIAS