**El odio implacable y patológico a Hugo Chávez por parte de la Casa Blanca, de la oligarquía venezolana, de la derecha intelectual y de los medios de comunicación corporativos, se ofrece en la misma medida de lo que el Comandante Eterno representa para los pueblos del mundo**
La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida
José Martí
CIUDAD MCY.- Hace nueve años, a consecuencia de una afección presuntamente inducida, pero sin comprobar aun, moría el Comandante Hugo Chávez Frías. El imperialismo y sus partidarios celebraron el infausto acontecimiento, al igual que sus repugnantes lacayos regionales. Fieles a sus toscos razonamientos, unos y otros pensaron que desapareciéndolo acabarían con su obra.
No sabían cuán equivocados estaban. Chávez desapareció solo físicamente, el chavismo sigue vigente porque las condiciones objetivas que hicieron posible el arrollador despliegue de su creatividad política siguen presentes. La insaciable voracidad de dominio del imperio y el menoscabo de la autodeterminación nacional de numerosos países, no sólo en Latinoamérica y el Caribe, nutren la permanente reinvención del chavismo y su mensaje. Tal vez bajo nuevas formas, pero se renueva.
Era el hombre cuyo cerebro no paraba de pensar, crear, imaginar, proyectar. Es el momento de recordar la frase de aquel infame fiscal italiano que en el proceso que condenaría a Antonio Gramsci a la cárcel de por vida le gritó al juez: “¡Tenemos que impedir que este cerebro funcione durante veinte años!”. Lo mismo pensaron los imperialistas cuando se burlaban, al inicio, de la recuperación del legado independentista y antiimperialista de Bolívar que hacía el venezolano.
Qué tarde se desprendieron los fascistas de su soberbia, fue demasiado tarde: esa extraordinaria articulación entre Fidel Castro, el gran estratega antiimperialista, y Hugo Chávez, el gran mariscal de campo, abriría una nueva etapa en la historia de Nuestramérica, y el imperio sufriría un duro golpe: la derrota del ALCA, su principal proyecto geopolítico y económico para la región y para todo el siglo 21.
Además, Chávez y Fidel eran máquinas incansables de generar nuevas ideas y proyectos. A ello el venezolano agregaba una simpatía desbordante y una increíble capacidad de persuasión, que lo llevó a que el mismísimo narcogobernante colombiano Álvaro Uribe firmase la adhesión de la atribulada Colombia a la Unasur.
Para que Chávez no pensara, como quería aquel fiscal y como también deseaban los buitres de Washington, era preciso desaparecerlo. Y lo hicieron, como con tantos otros. La historia criminal de la Casa Blanca sería interminable. Infinidad de intentos, todos fallidos contra Fidel.
Evidente que en el ADN del imperio está la “eliminación” de sus enemigos. Lo hicieron con Chávez, pero no pudieron con su legado. Sigue vivo entre nosotros. Por eso hoy los pueblos honran su memoria y la atesoran como fuente inspiradora de sus luchas.
MARCOS GAVIDIA