**Si los factores geopolíticos que luchan por hacer valer un mundo multipolar no se hacen del poder comunicacional y tecnológico, este seguirá operando como arma estratégica para este orden vigente pero agónico**
CIUDAD MCY.- Los nuevos acontecimientos mundiales parecen demostrar que está cerca el quiebre del predominio unipolar que ha mantenido por tres décadas el bloque formado por Estados Unidos y sus socios minoritarios europeos.
Pero también resulta cada vez más claro que esa especie de «cambio de régimen global» (karma geopolítico en acción) va a requerir, entre otras profundas transformaciones, de una reconfiguración estructural del poder tecnológico-mediático a través del cual se gestionan las comunicaciones masivas mundiales y, en situaciones extremas, se reglamenta la libertad de expresión y de prensa.
Puede decirse que, si los factores que pugnan a favor del mundo multipolar no “toman por asalto el palacio del poder comunicacional”, este seguirá operando como arma estratégica para el orden en decadencia. Y, en esas condiciones, tal orden se mantendrá vigente, aunque en agonía.
Una mirada objetiva de la situación actual del sector tecnológico-mediático lleva a concluir que esa toma del centro de poder específico no se distingue como algo que vaya a suceder prontamente.
EL PODER TECNOLÓGICO-MEDIÁTICO
Este constructo es complejo. Tiene un componente material importante, pero va más allá de este. El componente no material (político, ideológico, cultural, histórico) es mucho más difícil de reemplazar. Se ha ido perfeccionando como un sistema autosustentable y con una legitimidad que se reinventa ante los cambios.
Si las nuevas potencias y el sur global, ambos interesados en romper la hegemonía estadounidense y sus aliados, pretenden liberarse del imperio reinante de las comunicaciones globales, tendrían que desarrollar una infraestructura de tal magnitud que tenga alcance planetario y, al mismo tiempo, garantizar que esas plataformas emergentes, con sus medios y redes también alternativos, lleguen acertadamente a tantos públicos como sea posible, tarea compleja.
Primeramente, está el sustento físico, de eso que se resume en la totalidad del hardware, es decir las estructuras, los objetos y los aparatos concretos que se necesitan para operar en esta actividad.
Son una serie edificaciones diseñadas específicamente para este uso; complejas y poderosas redes de transmisión; antenas, dispositivos fijos y móviles; centros de investigación y con proveedores confiables de materias primas y semielaboradas necesarias para todo lo anterior.
Esta imponente y costosa base material es la que ha permitido el imperio universal del actual internet y, dentro de este, las variadas plataformas y las diversas redes sociales. Es la base industrial de un sector que ha terminado por ser un eje que cruza los más fuertes ámbitos corporativos de EEUU y sus aliados, sumados al complejo industrial-militar, la energía, la banca, la industria, el comercio agroalimentario, fármacos, el entretenimiento y otros rubros de consumo masivo.
Se hace elocuente, pero crear una infraestructura como esta no está al alcance de la mayoría de los países, por no contar ni con la tecnología ni con los recursos financieros para desarrollar todo lo señalado, y menos podrán lograrlo si se fijan metas a cortísimo plazo.
Ahora bien, varias de las potencias emergentes sí tienen el músculo financiero y tecnológico no solo para igualar el sustento físico del aparato hegemónico, sino también para dejarlo atrás. Reconocido es el caso de China con su tecnología 5G, que ha puesto en apuros a todo occidente y llevó a hegemón gringo a ejecutar incluso detenciones ilegales de ejecutivos de grandes firmas chinas, como Huawei.
Sin embargo, poseer toda la infraestructura disponible no significa que las potencias emergentes puedan, en los escenarios actuales, tomar por asalto el palacio del poder tecnológico-mediático, hacen falta otros elementos.
Es una realidad que las decisiones de cierre de canales, bloqueo de cuentas y restricciones de acceso tomadas por las fuerzas hegemónicas con el simplón pretexto de condenar la invasión rusa a Ucrania son una evidencia de que el poder tecnológico-mediático está muy consciente de que los medios de la órbita de las potencias emergentes, así como otros alternativos, están avanzando demasiado con sus mensajes disidentes. Es decir, aunque no podrían desplazarlos por completo, sí les han restado mucho espacio. El mensaje había dejado de ser hegemónico en pro del bloque EEUU-OTAN.
En un terreno más sensible en situaciones como la actual, el ejemplo por excelencia es el de la cadena Rusia Today (RT), que ha logrado, en poco tiempo, competir en pie de igualdad con las televisoras de noticias de EEUU y Europa. La penetración de RT y Sputnik se había conseguido vía internet, mediante portales y plataformas de transmisión de videos.
EL PROBLEMA DE LA AUTOPISTA PRIVADA
El sistema de dominación comunicacional vigente a estas alturas del siglo XXI está formado por las plataformas a través de las cuales se gestiona la mayor parte de la información circulante y en ellas obligatoriamente confluyen todos los emisores y receptores públicos y privados.
La mayoría de esos mensajes que circulan son emitidos por medios también hegemónicos, medios que tienen los mismos propietarios o responden a los mismos intereses corporativos de sectores como armamento, petróleo, fármacos, agronegocio, el comercio en línea y la misma tecnología. Emisores con capacidad de imponer matrices de opinión, enfoques, narrativas y criterios de jerarquización.
Para una simulación gráfica, se tiene que el poder tecnológico-mediático es una autopista por la que circulan de manera privilegiada portentosos convoyes de la mediática defensora del modelo neoliberal unipolar estadounidense. Pero es una vía rápida que usan también, bajo ilusión de libertad, gratuidad y neutralidad, medios de las potencias emergentes, del sur global e, incluso, publicaciones de los movimientos de izquierda, voceros de grupos excluidos y de diversas minorías.
La aparente libertad, neutralidad y gratuidad se mantuvo mientras prevalecían ciertas condiciones, pero al agudizarse las contradicciones interiores del mundo capitalista actual, esas particularidades rápidamente están siendo prohibidas.
Los propietarios de estos emporios casi monopólicos han aplicado la censura de manera abierta contra cualquier medio o individuo que ose presentar una visión fuera del consenso informativo y propagandístico de la OTAN.
En este punto ha quedado al desnudo una de las debilidades más graves de las potencias emergentes que ya le disputan la hegemonía a EEUU en los campos económico y militar, como lo son China y Rusia: y es que han estado utilizando la autopista construida y regentada por aquellos a quienes pretenden desplazar.
UN SISTEMA QUE SE RETROALIMENTA
Al apartar de sus plataformas a los emisores de mensajes inconvenientes, el sistema tecnológico-mediático al servicio de la decadente hegemonía de EEUU se constituye un escenario dictatorial y se asume como censor previo de los contenidos que pueden o no percibir los receptores de todo el planeta. Las élites propietarias de ese sistema incurren en la misma pretensión totalitaria que le endilgan a naciones, gobiernos e individualidades.
Se debe tener en cuenta que el poder tecnológico-mediático no es una entidad aislada, sino que está conectado a otra serie aparatos ideológicos, tales como la escuela, las religiones, la industria cultural y de entretenimiento, el mercadeo y el conglomerado social.
Ese aglutinado lleva a una atmósfera global en la que los mensajes unívocos del hegemón tienden a ser tomados como verdad irrebatible. Esto, cual sacrosanta realidad, se ve reforzada en los tiempos actuales por el auge del estado de ánimo colectivo en el que las personas optan por creer como cierta la versión de la realidad que más se ajuste a sus propias opiniones.
Por ahora Rusia ha estado trabajando en una especie de internet nacional y China estableció hace tiempo severos controles para que el mensaje occidental no acceda libremente a las mentes de la población. Esto, que ha sido llamado el Gran Cortafuego y presentado al mundo como un horrible caso de censura previa, es lo mismo que ahora se está haciendo en el continente “civilizado” y ultrademocrático de Europa.
MARCOS GAVIDIA