CIUDAD MCY.- En algún lugar, Andrés Reiner sonrió. Dos de sus “hijos” culminaron, juntos, un largo y fructífero viaje compartido hacia la inmortalidad. Johan Santana y Melvin Mora fueron exaltados al Salón de la Fama del Beisbol Venezolano, con el recuerdo siempre presente de su descubridor.
Santana y Mora, miembros de la Clase 2022 del Templo Sagrado, durante buena parte del mediodía del domingo repasaron sus vidas profesionales y personales, ligadas a partir de sus respectivas adolescencias con la huella de Reiner, quizás el más brillante reclutador en la historia de la pelota criolla. Pero, además, lo hicieron unidos por Navegantes del Magallanes, el equipo con el que ambos se proclamaron campeones de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional en algún punto de sus travesías.
Aunque Mora es siete años mayor que Santana, el paralelismo en sus carreras trasciende los calendarios. Así quedó evidenciado en las palabras pronunciadas por los dos protagonistas de la jornada en el Pabellón de Valencia.
“Los sueños, cuando los llevas en el corazón y haces las cosas con ganas, se pueden lograr. Cuando te entregas, muchas metas se pueden alcanzar no sólo en el beisbol, sino en la vida”, expresó Santana, una vez develado el óleo con su rostro y el uniforme bucanero. “Las carreras de Melvin y yo fueron eso. En mi caso, un gochito que salió de Tovar en el año 1995 y llegó a Valencia con la organización de los Astros de Houston, con un sueño de querer ser un jugador de beisbol en las Grandes Ligas, a pesar de que se decía que los gochos no jugaban beisbol. Eso ya quedó atrás”.
El zurdo nació para derrumbar estigmas. A pesar de que nunca fue conceptuado como un prospecto, resultó electo en el Draft de Regla 5 en el año 1999 por los Marlins de Miami, e inmediatamente, fue cambiado a los Mellizos de Minnesota, organización en la que hizo historia.
Santana se consolidó como el mejor pitcher de la Gran Carpa entre 2004 y 2008, lapso en el que ganó dos premios Cy Young de la Liga Americana (2004 y 2006), con una Triple Corona incluida, en su segundo galardón.
“La única manera de conectarle es si eres Hank Aaron”, llegó a decir el mánager de los Yanquis de Nueva York, Joe Torre, durante aquellas laureadas zafras, recordó Giner García en el texto que dio forma al micro audiovisual proyectado en las instalaciones del Museo de Beisbol, abarrotado en cada uno de sus espacios.
Santana, compila en su palmarés individual ser el único serpentinero criollo con una contienda de 20 victorias o más (en 2004). Además, comparte con Aníbal Sánchez el récord entre connacionales con la mayor cantidad de ponches en una salida, con 17, cuando lo hizo el 19 de agosto de 2007, en el Metrodome de Minnesota, frente a los Rangers de Texas.
Johan Santana repasó su carrera, en un emocionado discurso
“El beisbol es un lenguaje universal, porque el deporte nos une. Para mí es un gran honor ser venezolano, porque cuando yo tomaba el terreno no pensaba solo en mí y en mi familia, también pensaba en Venezuela, porque sabía la oportunidad que tenía en frente”, mencionó el merideño. “Creo que no los defraudé, lo hice lo mejor que pude, lamentablemente las lesiones no me dejaron seguir, pero tengan la plena seguridad de que cada vez que yo salía al terreno lo hacía con orgullo y responsabilidad”.
En el 2008, fue cambiado a los Mets de Nueva York, quedando ese certamen como líder en entradas, efectividad y apertura de la Liga Nacional. En Queens, fue disminuyendo gradualmente su cantidad de presentaciones a medida que las dolencias físicas fueron apareciendo. Sin embargo, aún tenía una última exhibición a gran escala bajo la manga.
El 1° de octubre de 2012 se convirtió en el primer tirador de los Mets en completar un juego sin hits de ni carreras, frente a los Cardenales de San Luis, que un año antes habían quedado campeones de la Serie Mundial. Necesitó de 134 envíos.
“A través del tiempo, uno intenta ser un ejemplo para nuestras familias. Me pongo emocional, porque no todos los días se tiene la oportunidad de estar frente a todos ustedes, y mucho menos, de ser exaltado al Salón de la Fama. Siéntanse orgullosos, porque también es de ustedes”, dedicó Santana. “A Venezuela, nuestro gran país. Aquí nací, crecí y aprendí que en los valores y principios está la grandeza de los hombres”.
Mora, fue el segundo en subir al podio. Con la jocosidad que le caracteriza, intentó espantar los nervios de verse rodeado de tanta solemnidad. Dicharachero y ocurrente, el de Agua Negra habló algunos minutos, antes de quebrarse por una presencia muy especial para él.
“Le dedico esto a mi hija Rebeca”, soltó el yaracuyano previo a verse superado por la emoción. “Ella no habla español, pero vino acompañarme porque los demás no tienen visa. También me gustaría agradecer a Johan. Me siento orgulloso por todo lo que has hecho por tu pueblo, Tovar. A ti te enseñaron algo muy valioso, que es la humildad, le agradezco a tu familia por haberte criado de esa manera”.
Melvin Mora se esforzó en contener las lágrimas mientras dedicaba el acto a su hija
Mora, comenzó tarde su carrera profesional. Apenas a los 20 años de edad tuvo su primera experiencia en la categoría de Novatos. A Reiner le había llamado la atención la capacidad atlética de Melvin: practicó fútbol profesional de segunda división en Venezuela, baloncesto, lanzamiento de jabalina y boxeo. Fue en esta última disciplina, como púgil, que desarrolló la habilidad para saltar la cuerda. Una rutina que el recordado scout le pidió enseñarle a Bob Abreu, entre otros miembros de la academia de los Astros.
“Hubo una persona, Walter Rodríguez, quien tuvo la visión para ponerme a jugar beisbol, por encima de los demás deportes”, agradeció el ex súper utility, que adoptó a la antesala como su hábitat natural para consolidarse en el Big Show. “También agradezco a la directiva del Magallanes, porque ellos me dieron esta vida. Al oler la grama del Estadio José Bernardo Pérez, de inmediato, me entran las ganas de uniformarme. Agradezco a Juan José Ávila, por esos años que estuvimos juntos en la década de 1990. Nosotros cuando hablamos del Magallanes, lo hacemos como campeones”.
Con el Buque, el rostro de Mora se hizo habitual desde aquella memorable atrapada en el jardín central durante el sexto juego de la Gran Final contra Leones del Caracas. Aunque le costó mucho más trabajo ganarse su puesto en el beisbol organizado.
Luego de cinco años en las Ligas Menores con Houston, quedó en libertad y probó suerte en Taiwán, en 1998. Aunque dejó buenos números en Asia (promedio de .335 en 44 juegos), resultó un golpe emocional y cultural tan fuerte, que esperó no tener que atravesarlo de nuevo.
Fue en ese momento cuando los Mets tocaron su puerta, iniciando el 30 de mayo de 1999 una carrera como grandeliga que se extendió 13 certámenes e incluyó dos invitaciones al Juego de Estrellas (2003 y 2005) por la Liga Americana, además de un Bate de Plata en 2004, con los Orioles de Baltimore, divisa en la que vivió sus mejores años.
“Melvin Mora debería servir como un ejemplo para todos los jugadores venezolanos, porque él tuvo que luchar mucho”, expresó en algún momento de su vida Reiner.
Melvin Mora y Johan Santana respondieron las preguntas de la prensa durante una hora
“El señor Andrés Reiner es una de las personas que significó para nosotros un segundo papá, e incluso, para algunos, un primer padre, porque él aguantó todas nuestras malacrianzas. Para mí, estar hablando de él representa un orgullo. Cuando fui exaltado al Salón de la Fama de Baltimore, él me dijo unas palabras: ‘El que menos pensé que iba a llegar primero a un Salón de la Fama, fue quien lo hizo. Ahora sí puedo morir en paz’”.
Apenas dos semanas después de aquella conversación, Reiner falleció.
“Me marcó para siempre. Andrés veía todo más allá de la pelota. Todos, Johan, Bob, Richard Hidalgo, Carlos Guillén, Freddy García y hasta Magglio Ordoñez nos sentimos agradecidos de que ese señor se haya cruzado en nuestras vidas”.
“También debo agradecer al señor Andrés Reiner, que ya no está con nosotros. Él fue quien creyó en mí”, le secundó Santana. “Hizo el viaje de Valencia a Tovar, aun cuando había huelga (de peloteros) en el año 1994. Esa fue una de las historias más bonitas que viví, porque yo sólo era un niño con sueños y llegó este señor a mi pueblo, con todos los vecinos sabiendo que él no era de allí, para ayudarme a cumplirlos”.
PRENSA LVBP