Crecimiento PIB 2022 América Latina y el Caribe

**El pronóstico hecho por la Cepal, que ubica a Venezuela como la economía suramericana que más crecerá este año, refuerza el consenso general sobre la reactivación del aparato productivo que transita el país**

CIUDAD MCY.- Hace pocos días, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) publicó sus proyecciones económicas para la región en 2022, donde destacó el pronóstico de crecimiento del 5% del PIB de la economía venezolana.

El organismo multilateral pronostica que Venezuela será la economía suramericana que más crecerá este año, producto de una recuperación sostenida de la producción petrolera en los últimos meses y un contexto internacional de subida de precios de las materias primas debido a la guerra en Ucrania.

El crecimiento proyectado de la economía venezolana, sometida desde el año 2014 a un régimen criminal de sanciones estadounidenses que incluye embargos, confiscación ilegal de empresas públicas y suspensión del mercado de capitales y del sistema financiero internacional controlado por Occidente, superaría comparativamente al de Colombia, Argentina, Brasil y Chile, países que no han recibido ataques inhumanos por parte de EEUU y sus satélites.

El pronóstico hecho por la Cepal viene a reforzar el consenso general sobre la reactivación económica que transita la República Bolivariana de Venezuela y que viene tomando forma desde hace un tiempo. Desde bancos globales como Credit Suisse o Barclays, hasta firmas de servicios financieros y consultoras británicas como el Grupo EMFI o Wood Mackenzie, convergen en opiniones optimistas que dan por hecho que la economía venezolana se alejó del precipicio de años anteriores y camina hacia una recuperación sostenida.

PERDIÓ VIGENCIA NARRATIVA DE LA CRISIS HUMANITARIA

Políticamente, la oleada de informes y proyecciones positivas en torno al desarrollo económico del país constituyen un dislocamiento estratégico de la narrativa que ha sustentado, durante años, la forma de interpretación clásica de la realidad política nacional por parte de la oposición y Estados Unidos.

En primer lugar, las instituciones del mundo financiero que han reconocido que las medidas aplicadas por el Gobierno venezolano han traído resultados positivos gozan de gran legitimidad entre las élites rectoras de los partidos, viejos y nuevos, y sus bases de apoyo en la clase media. Esto ha propiciado que el relato de la “crisis humanitaria”, sostenido a la fuerza, pierda vigencia ante una realidad material que muestra una mejora significativa en términos de abastecimiento, consumo y ampliación del acceso a la cultura y el entretenimiento.

En segundo lugar, la narrativa de la “inviabilidad del modelo” de la Revolución Bolivariana, cuya traducción en años recientes estuvo basada en retratar al presidente Maduro como un “incompetente” en relación con el manejo de la economía, también ha perdido eficacia explicativa, donde el chavismo ha retomado la delantera en las aspiraciones sociales de paz, consumo y estabilidad de amplias capas de la población, como parte de una actualización doctrinal más amplia.
Más allá de la superficie, proyecciones como las de la Cepal indican que, si bien el clima de confrontación y polarización empujado por los halcones estadounidenses ha desfigurado notablemente tras la cristalización de un clima de estabilidad política e institucional, conquistado electoralmente por el chavismo, primero en el Parlamento y luego en las megaelecciones de noviembre pasado, la batalla por el marco de compresión sobre el momento que vive el país ocupa un lugar de relevancia.

En esta batalla, las oposiciones, en su megadiverso y fragmentado abanico de opciones, se ha quedado pegada en un esquema interpretativo que intenta encajar a la Venezuela de hoy en la del 2017, donde el relato de la “dictadura”, la “incompetencia” y el “colapso” todavía podía ofrecer un efecto movilizador. El giro de la recuperación económica, además de desvanecer este relato en la opinión pública, le ha movido el piso a una élite de partidos que entendía a Venezuela mediante el conflicto abierto y la insurrección permanente.

CAMBIA LA ECONOMÍA, CAMBIA LA POLÍTICA

Aunque todavía en formación, el nuevo acuerdo mayoritario que parece irse tejiendo en la sociedad venezolana radica en conservar la estabilidad política y la paz social ganada hasta ahora, a cambio de una recuperación del bienestar material del país que debe seguirse ampliando para estabilizarse en el tiempo.
Difícilmente, esa oposición que vitorea cualquier mala noticia sobre el país o que exige que las sanciones no se levanten para que volvamos al foso podría interpretar correctamente este nuevo clima social y económico.
Pero esta desorientación no es exclusiva de la derecha en sus distintas modalidades. La izquierda dogmática, ansiosa por aprovechar la crisis ocasionada por el bloqueo financiero para capturar votos dentro de franjas descontentas del chavismo, se aventuró a la tesis del “pacto de élites”, “la traición del legado” y el “neoliberalismo de Maduro”.

El planteamiento, movilizado por razones electorales, olvidó olímpicamente el camino transitado por las economías periféricas del capitalismo global asfixiadas por el imperialismo, desde la URSS en sus inicios hasta Cuba: la aplicación de medidas excepcionales para atraer capitales nacionales y extranjeros como vía de financiamiento alternativo del Estado y sus programas sociales.

ACEPTADO EL DESAFÍO, MATERIALIZADOS LOS RESULTADOS

Para el chavismo, el mosaico de una guerra multiforme, especialmente enfocada en precipitar un colapso económico general que condujera al cambio de régimen, ha supuesto el reto más importante a dos décadas de su constitución. Fundamentalmente, el reto partía de que Hugo Chávez, a falta de tiempo en este plano por la irrupción de su fallecimiento, dejó el área económica en un estado de construcción primaria, donde los elevados ingresos petroleros permitían una resolución efectiva de casi cualquier problema.

La nueva economía política del chavismo planteada por el gobierno de Maduro se basó en el uso creciente del dólar, por poner un ejemplo y las transformaciones que traerían para las dinámicas de poder en el país. Las reformas en el mercado cambiario para mitigar la devaluación despenalizando el dólar, la reducción de aranceles para importaciones con el objetivo de solventar el cuadro de escasez y el endurecimiento del encaje legal para mitigar la inflación, fueron los primeros pasos de una actualización doctrinal en lo económico.

Con estas medidas, Maduro no solo cambió la dinámica de poder que había imperado históricamente en la economía venezolana, caracterizada por la dependencia de los petrodólares del Estado, sino que ha reeducado al sector privado en una nueva forma de entenderse con la riqueza mediante la competencia y la inversión, en una comprensión renovada de su rol como entidad productiva en función del desarrollo nacional.

Mientras el chavismo le toma el pulso al país, incorpora a su relato las nuevas aspiraciones de paz, recuperación y estabilidad, y desarrolla líneas de mediación política con factores sociales y de poder cada vez más amplios. Sin embargo, muchos parecen obsesionarse con su propio estado de negación.

MARCOS GAVIDIA