CIUDAD MCY.- Entre los tambores de San Juan Bautista resuena la historia de la comunidad afrodescendiente mirandina y sus luchas por mantener viva su identidad en una sociedad permeada cada vez más por la tecnología, y en la que personas como Luisa Pérez Madriz, popularmente llamada «Luisin», todavía tienen un importante reto en la salvaguarda del patrimonio cultural.

Salud y caminos abiertos para Venezuela han sido sus peticiones para el venerado santo en esta ocasión, una cita en la que no dejó de rememorar los orígenes de esta popular tradición que trasciende los espacios territoriales de Curiepe y se encalla en el corazón de los descendientes de la hermana África.

«Esta tradición tiene su ombligo en los afrodescendientes, en El Congo (…) Es una deidad africana», menciona minutos antes de sumarse a este evento que le pone color y música a Miranda y otros estados del país.

A pesar de ello, no toda la historia de tradición está plagada de alegría, pues Luisín narró que así como San Juan Bautista representa el esfuerzo y las bendiciones para el pueblo, también esconde memorias de dominación del pueblo español sobre nuestras tierras.

«Cuando la Iglesia (en la época de la conquista) conoce que venerábamos un santo (San Juan Congo) en imagen y semejanza a nuestro pueblo, mete su mano y dice: vamos a quitarle eso. Y manda a buscar la imagen de San Juan Bautista en España y nos quitan la que tenían los esclavizados, pero ellos la guardan y la siguen celebrando en su lucha por mantener su tradición», precisó.

Llena de nostalgia, la querida Luisín, que ha sido galardonada con múltiples reconocimientos, entre ellos, Premio Nacional de Cultura, expone que su vida, también en amor y fe al santo, ha tenido una gran historia de sacrificios al igual que la de sus antepasados.

«Nací en una calle bendecida con todas las manifestaciones… Fundé La Muchachera, una escuela afrocultural de Curiepe, cuando tenía entre los 15 y 17 años», dijo, para luego precisar que fue la mayor de siete hermanos, mismos a los que les tocó cuidar lejos de su madre, quien fue maestra rural y por esta condición casi no la veía.

Lo que conoce de su cultura viene de las enseñanzas de sus tíos, abuelos y una prima, también maestra, con quien acudió a veladas, velorios y uno que otro canto de fulías.

El punto mayor de empuje lo conformó el hecho de vivir frente al Conjunto de San Juan de Curiepe: «Yo los veía ensayando y las cosas se me clavaron en el corazón, empecé a amar esta manifestación».

Hoy por hoy, Luisín, junto a su Muchachera, integrada por 153 niños y adolescentes, es más que una curiepera que rinde tributo a San Juan, es baluarte de la identidad afrodescendientes en Miranda y una fiel defensora de este Patrimonio Cultural, que espera que en manos del futuro de la nación no se pierda.

CORTESÍA