CIUDAD MCY.- El 4 de octubre de 1957 dos físicos estadounidenses, William Guier y George Weiffenbach, estaban ocupados monitorizando la señal de radio que transmitía el Sputnik. Era un simple bip, pero se dieron cuenta de que la frecuencia de la señal aumentaba a medida que se acercaba y disminuía si se alejaba: Era el efecto Doppler en acción, lo mismo que sucede cuando un coche en movimiento toca el claxon.

Este hecho les dio una idea: No sólo se podía rastrear un satélite simplemente midiendo la frecuencia de las señales de radio, sino que era posible conocer la ubicación de los receptores en tierra por su distancia de los satélites. Esta es la base conceptual del GPS moderno: Calcula la ubicación y velocidad midiendo el tiempo que tarda en recibir señales de radio de cuatro o más satélites.

Tres años más tarde, la armada de EEUU lanzó el primer sistema de navegación por satélite, Transit: Utilizaba una constelación de cinco satélites y proporcionaba la posición de un barco una vez por hora. En 1963 Aerospace Corporation completó un estudio en el que proponía que un sistema de satélites que enviasen señales a receptores en tierra de manera continuada podría localizar cualquier vehículo moviéndose por el suelo o el aire a cualquier velocidad. Para ello era necesario instalar relojes muy precisos en esos satélites, como ocurrió con el Timation, que, en 1967, demostró que era posible poner un reloj atómico en el espacio.

En 1974 la Armada y la Fuerza Aérea se unieron para lanzar el primero de una constelación de 24 satélites que compondrían el primer sistema GPS del mundo, Navstar. Todos ellos iban equipados con relojes atómicos y, desde 1980, también llevaron sensores para detectar lanzamientos de misiles y explosiones nucleares.

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