CIUDAD MCY.- Un duro golpe sacudió la región aragüeña el pasado 8 de octubre del 2022, con una devastadora tragedia natural, pero que se superó en tiempo récord imponiendo elementos como la unión y la solidaridad de un pueblo que sintió la necesidad de ayudar, y que sirvió de base para reverdecer en este estado que vivió un triste y lamentable episodio.

La unidad de los líderes de gobierno sirvió para afrontar, a la brevedad posible, la contingencia. Tal es el caso de la gobernadora del estado Aragua, Karina Carpio, quien se sumó como un individuo más en esta lucha por levantar a los caídos amándolos como sus hermanos en Cristo.

El trabajo mancomunado, en perfecta articulación del Gobierno nacional, regional y municipal, el aporte de la empresa privada y el coraje y valentía del mismo pueblo, quien se sumó desde el primer momento en el trabajo de recuperación y aporte social, ayudando a rescatar víctimas, despejar áreas, trabajar en la construcción y reconstrucción de las zonas afectadas, sirvió como un granito de arena en beneficio del prójimo.

Todo este esfuerzo ayudó a las familias que se vieron afectadas, quienes recibieron atención médica y psicológica, medicamentos, alimentos, ropa, calzado, educación, refugio, actividades recreativas, entre otras atenciones necesarias para su recuperación.

Las Tejerías es un nuevo renacer. Dios, en sus perfectos planes, colocó la valentía y gallardía de una mujer luchadora para afrontar un gran reto, y que lo logró superar de manera impecable, dando respuesta oportuna e inmediata a los que más lo necesitaban.

Hoy en día se puede observar a Las Tejerías más brillante, es un pueblo agradecido y, aunque haya marcas imborrables, Dios tiene el control de cada situación. Hoy se puede mirar al cielo y agradecer por toda la ayuda recibida, por el renacer de un municipio, que fue transformado para siempre.

A un año de tanto sufrimiento, hoy se puede sentir un sólo latir, rostros llenos de muchos sentimientos, que al mirar atrás recuerdan ese oscuro pasado, pero que actualmente Dios hizo que saliera el sol para dar una nueva oportunidad a un pueblo noble lleno de fe y esperanza.

Gracias a los diversos planes y proyectos que se ejecutaron y continúan realizándose, en Las Tejerías se ha logrado que la gente se levante como las águilas con el poder del amor de Dios.

EXPERIENCIAS VIVIDAS DETRÁS DEL MICRÓFONO

Cuando quien suscribe estas líneas se enteró de lo que había ocurrido en Las Tejerías no me imaginaba la magnitud del evento. Luego, cuando deciden enviarme a cubrir los hechos, me quedé sorprendida de todo lo que había ocurrido.

Mirar los techos de las casas, que para ese momento era nuestro suelo, me causó gran impacto, simplemente no podía creer todo lo que estaba viviendo.

Familias envueltas en llanto y preocupación, el vecino que prestó ayuda desinteresada, ver como llegaba la innumerable cantidad de ayuda de todas partes era algo que me resultaba simple y sencillamente abrumador, pero lo que más me sorprendió fue mirar a los niños que, sin estar conscientes de lo que ocurría, siempre tenían una sonrisa en el rostro.

En ese momento llegué a pensar muchas cosas, incluso, recuerdo perfectamente que en varias oportunidades levanté mi rostro al cielo y agradecí a Dios por tener a mi familia viva, por tener alimento, vida, salud, ropa, empleo y un lugar donde descansar llamado hogar.

Recuerdo perfectamente que recorrí largos trayectos sin energía eléctrica con mis compañeros, observé casas, locales comerciales y calles totalmente devastadas; en una oportunidad nos llovió y aun así continuamos el recorrido con las autoridades, era necesario visitar hasta el último rincón afectado.

A los pocos días ocurre lo mismo, pero en El Castaño. Igual quedé impresionada. Recuerdo inclusive haberle preguntado a Dios en intimidad ¿Por qué permitía tantas cosas y seguidas? Fue muy triste ver tantas pérdidas materiales, ver como todo el esfuerzo de años en ahorro económico se deshizo en segundos.

Me tocó ver grandes paredes tomar la fragilidad de una hoja de papel ante el imponente caudal que se llevaba todo lo que se encontrara a su paso, mientras yo lo único que pensaba era “Dios, esto es real”.

Aragua fue golpeada una vez más y los hermanos venezolanos, e incluso organizaciones internacionales, prestaron su ayuda, enviaban donaciones, fue increíble ver cómo todos trabajaban por el bienestar de la gente.

Hubo un momento en el que pensé que “definitivamente, delante de los ojos de Dios todos somos iguales”. Las Tejerías, un lugar sencillo, humilde; y El Castaño, una zona con miles de dólares invertidos en bienes, fueron devastados de la misma manera. Ahí es cuando se ve que una persona de pocos recursos es igual a aquella que “lo tiene todo económicamente”. Personas de distintas clases sociales quedaron al mismo nivel en tan sólo segundos.

Una vez más agradecí a Dios, me di cuenta de lo afortunada que soy, nuevamente agradecí por mi familia, por la salud, la vida y las cosas diarias que solemos quejarnos y que en realidad son una bendición.

En muchas oportunidades no valoramos las cosas que Dios nos da, en su lugar lo que hacemos es quejarnos, criticamos e incluso nos molestamos, pero cuando giramos la mirada y vemos que tenemos a un hermano en unas condiciones desfavorables nos damos cuenta que lo poco que tenemos lo sería todo para aquel que no tiene nada.

Estoy muy agradecida con Dios y con mis jefes por permitirme vivir esta experiencia, desde la perspectiva en que la viví, porque pude valorar más las cosas, son enseñanzas que te quedan en la mente, en el corazón, una huella imborrable, es un recuerdo que tienes que te “obliga” a ser más humano, más sensible y a valorar las cosas que Dios nos da.

ANAÍS RONDÓN