***Un sinfín de pérdidas materiales y humanas dejó el desbordamiento de la quebrada Los Patos y el río Palmarito, donde hasta al día de hoy familiares y amigos intentan reconstruir y sanar lo que la naturaleza se llevó

CIUDAD MCY.- A un año de la tragedia de Las Tejerías y El Castaño, estas dos zonas aragüeñas parecen haber estado sanando una parte de esas heridas tan profundas que durante meses nublaron a todo un estado y enlutaron a sus habitantes.

En esos momentos, hasta el vecino más distante y lejano tendió una mano amiga, despertándose temprano para sacar el barro de las casas, moviendo cielo y tierra para conseguir agua y alimento para los más pequeños y, sobre todo, teniendo las palabras correctas para reconstruir unas esperanzas que parecían invisibles.

Al haber transcurrido 365 días para Las Tejerías y El Castaño, con un trabajo arduo por parte del Gobierno nacional, regional y municipal y, sobre todo, del voluntariado que dejó alma y corazón, hoy, los niños, niñas, padres de familias y abuelos pueden decir que son el vivo ejemplo de formar parte de dos tierras que renacieron de lo más profundo del barro, dónde a pesar de las pérdidas, el llanto, el temor, el desespero y el dolor, hoy caminan en un sólido asfaltado que antes eran metros de barro seco y tierra.

Hoy en día puede ser que las heridas aún no se sanen y probablemente pasarán muchos años para que vayan cicatrizando poco a poco, pero si hay algo de lo que están hechos los venezolanos y los aragüeños es de un corazón inquebrantable, siempre apostando y con la fe en Dios, incluso en los momentos más oscuros.

Vivir dos caras de un desastre es abrumador. Por un lado, en El Castaño aún era de día así que habían algunos que estaban en sus trabajos, en las universidades, haciendo compras o diligencias; por el otro estaba la ama de casa que se encontraba preparando el almuerzo a sus hijos y esposo, el que decidió no ir al trabajo para compartir con su familia, o el que venía llegando de una ardua jornada, una decisión o acción tan simple como si ir al trabajo o no, salvó a muchos de ser arrastrados por una ola de barro y escombros.

Mientras que, en Las Tejerías el barro se camufló entre la noche, los que estaban en casa el miedo los paralizaba, aquellos que veían todo en redes sociales, los carcomía la incertidumbre. No pasó mucho tiempo cuando la luz se fue y la señal era escasa, desde las dos caras era inquietante el no saber qué pasaría y en ambos casos no quedó más de otra que orar, pues ¿Qué se podía hacer cuando la naturaleza arrasa con todo a su paso?

Si bien a un año de esos momentos aún queda mucho por sanar, como aragüeños, hemos aprendido que el vecino no es sólo un simple vecino, que decir te quiero y te amo a las personas que aprecias es mucho más importante de lo que parece, que una acción puede salvarte de ser el protagonista o el espectador de una devastadora historia y que todo en esta vida es inesperado.

Aún oramos por todos aquellos que no están, aquellos también importantes como los diversos cuerpos de seguridad, quienes, con el compromiso que los caracteriza, arriesgaron su integridad física por ayudar; oramos por esos que, a pesar de ser un asunto lejano a ellos, no dudaron en acercarse y ponerse a disposición, y oramos por aquellos hijos, padres, tíos, abuelos que fueron afectados por la naturaleza.

GABRIELA MARACARA