CIUDAD MCY.- El Barcelona se verá las caras ante el Real Madrid el domingo en la final de la Supercopa después de superar a Osasuna en un partido académico en el que el equipo blaugrana se impuso por fondo de armario y consistencia, con goles de Lewandowski y de Lamine Yamal para imponerse por 2-0. Toda una novedad en un equipo que hacía tiempo que no se imponía por más de un gol.

La victoria del Barcelona, que supone que la final de la Supercopa vuelva a ser un partido entre el campeón de Copa y el de Liga desde que se juega en Arabia, se cocinó a fuego lento. Por una vez, el equipo de Xavi tuvo la pausa necesaria para superar a un rival que en la primera parte pudo dar un susto, pero que a la larga acabó claudicando ante el arsenal barcelonista.

Quedó claro que el Barcelona se toma esta competición muy en serio. Hace un año fue un punto de inflexión en base a la ilusión y en esta ocasión, el Barça hizo un ejercicio de prudencia. Faltará rematarlo el domingo. El partido, tal y como se esperaba, tenía dos trayectorias. Una era la que planteaba el Barcelona en busca de revivir el momento que vivió hace un año y que levantó el ánimo del equipo. La otra era la de Osasuna, que sabía que estaba a las puertas de una oportunidad única.

Aferrados a estos dos guiones, el partido comenzó con un Barcelona más atento de lo que acostumbra en los primeros minutos de juego y creando ocasiones que, de nuevo, no fueron convertidas. Christensen a la salida de un saque de esquina y, especialmente, Lewandowski en un contragolpe en superioridad se toparon con Herrera.

Pero Osasuna salió respondón y, a cada ocasión del Barcelona, Arnaiz y Budimir descosían las costuras de la defensa blaugrana. A los nueve minutos, Areso disparó fuera y a los 39′ Iñaki Peña salvó el 0-1 con una gran salida ante Budimir, que había dejado sentado a un Araújo que parece estar descentrado ante los cantos de sirena del Bayern de Múnich.

El plan de Xavi se vio trastocado cuando llegó la enésima lesión muscular en el Barcelona. Raphinha, al filo del final de la primera parte, se tiró al suelo echándose la mano a la parte posterior del muslo. Lamine entró en su lugar adelantando en la decisión del técnico catalán a João Félix y a Vitor Roque. El extremo brasileño, hasta ese momento seguía fiel a su guión: intentar muchas cosas y acabar pocas. Eso sí, fue el que puso a Osasuna y al colegiado en un brete cuando Catena le derribó en el momento que se iba a portería. Por un momento se dudó de si la falta podía ser merecedora de roja, pero tras la revisión del VAR se quedó la sanción en amarilla.

El partido llegó a la media parte con las mismas dudas del inicio del duelo. Y con el mismo escenario. Osasuna seguía llegando y amenazando ante un Barcelona que iba dejando pasar el tiempo con el peligro de poder pagar cara su indolencia.

La pelota era de dominio blaugrana, pero faltaba una chispa que llegó cuando Christensen adelantó la presión para robar un balón a Arnaiz, dejar la pelota a Gündogan, que asistió a Lewandowski para marcar diferencias y anotar el 1-0. El gol no hizo cambiar los planes de Xavi, que mantuvo los cambios que tenía preparados antes del tanto. Entraron en el campo Pedri y João Félix mientras abandonaban el césped Sergi Roberto y Ferran Torres.

Con la lección aprendida de últimos partidos, el Barcelona trató de dormir el partido. Conservar más el 1-0 que buscar el segundo para que el partido no se descontrolara liderado por un Pedri que recuperó sensaciones en los minutos que disputó.

El Barcelona, que en partidos anteriores esta temporada siempre pecó de precipitación y acabó sufriendo, supo gestionar los minutos finales del partido para defenderse con la pelota ante un Osasuna que empezaba a entender que el partido lo había dejado escapar cuando falló las ocasiones en la primera parte.

Nada de esto podría entenderse sin Pedri, que apareció en el partido para dominarlo y eso, resultado aparte, es una de las mejores noticias que se puede llevar el Barcelona en esta semifinal.

Tampoco estuvo mal João Félix, jugador que volvió a empezar en el banquillo, pero que cuando le iluminan los focos se transforma. Habrá que aceptar que juega a la carta, pero es que le han dibujado así. Salió en la segunda parte y fue el único que jugó el partido atendiendo a su guión, que no era necesariamente el que necesitaba el Barcelona, pero una jugada suya, que cualquier otro jugador hubiera resuelto de manera conservadora para consumir el tiempo, dio origen al gol de Lamine en el alargue para cerrar el primer partido desde septiembre que el Barça gana por más de un gol. Un resultado que el domingo nos deparará una final de campeonato. Un Superclásico en una Supercopa entre el campeón de Copa y el de Liga. Todo está abierto.