***Las cofradías de Cuyagua, Cata, Ocumare de la Costa, Turiamo y Chuao son testimonios vivientes de un pueblo forjado en la encrucijada de culturas

CIUDAD MCY.- Aragua, tierra noble, llena de fe y magia, hogar de manifestaciones folclóricas fascinantes y profundas, esconde en sus costas bañadas por el exuberante Mar Caribe, un vibrante espectáculo visual: Los Diablos Danzantes, tradición compleja tejida en siglos de historia, un rico acervo cultural y una inquebrantable devoción religiosa.

Declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2012, remonta sus orígenes a la llegada de los colonizadores españoles, quienes introdujeron festividades católicas como el Corpus Christi, una celebración de suma importancia que conmemora la presencia de Cristo en la Eucaristía que se efectúa cada noveno jueves después del Jueves Santo.

Sumergidas en el periodo colonial venezolano, una encrucijada de etnias y creencias, en la que la fe cristiana se entrelaza con profundas raíces africanas, 11 cofradías hacen vida en el país, en la que cinco de ellas pertenecen a la entidad aragüeña: Ocumare de la Costa, Cata, Chuao, Cuyagua y Turiamo (ubicadas en El Recurso, La Coromoto y 23 de Enero de Maracay).

“Lo más significativo de la celebración es la devoción por el Santísimo Sacramento, manifestación que busca el simbólico triunfo del bien sobre el mal”, comentó Alexys Amaya, primer capataz de la Cofradía de los Diablos Danzantes de Turiamo de 23 de Enero, en una entrevista exclusiva a Ciudad MCY.

LEGADO VIGENTE

Con vestimenta específica, al sonido del cuatro y la maraca, desde 1646, los Diablos Danzantes de Turiamo muestran un legado vigente que resiste en el tiempo con los conocimientos y manifestaciones recibidas por los ancestros.

Amaya aseguró que la fe cristiana se transmite de generación en generación, pues, desde que los padres comienzan a pagar promesas por favores recibidos al Santísimo Sacramento, le inculcan a los más pequeños el amor y respeto a lo más sagrado que tiene la iglesia católica: Jesús en la Eucaristía, a través del tiempo la practican y se van incorporando al baile.

JERARQUÍAS RESPETADAS

Cumplir con los Sacramentos del Bautismo y Confirmación, y ser promeseros, son requisitos fundamentales para pertenecer a la Cofradía de los Diablos Danzantes.

Las jerarquías custodian los rituales, transmiten los conocimientos de generación en generación y velan por el cumplimiento de las promesas, por ello:

El Primer Capataz: guía a los cofrades.

El Segundo Capataz: toca el cuatro durante el baile.

El Perrero o Tercer Capataz: cuida a los diablos cuando salen a la calle, va de último porque debe “dominar a la diablada”

La Diablada o Promeseros: danzan expresando la devoción al Santísimo Sacramento para rendirle honores.

Sayona: Mujeres con responsabilidad de fabricar vestuarios, hacer el altar del Corpus Christi, y estar atentas del más mínimo detalle de cada uno de los danzantes.

EXPRESIÓN VIVA DE LA FE

La tradición de los Diablos Danzantes se mantiene gracias al esfuerzo colectivo de las cofradías, la transmisión de conocimientos y la preservación del patrimonio cultural.

Además, es una expresión viva de la fe y la resistencia de un pueblo que ha sabido mantener sus costumbres a pesar de las adversidades.

Los Diablos Danzantes son un recordatorio de la capacidad humana para fusionar creencias y de la importancia de preservar las raíces que nos definen. Son esencia que continúa danzando al ritmo del cuatro y la maraca, cautivando al espíritu y recordando la magia que reside en la cultura venezolana.

Su legado no solo habita en la vistosidad de sus máscaras o la energía de sus bailes, sino en la poderosa narrativa de un pueblo que, a través de la danza, honra su historia, su fe y su inquebrantable espíritu.

LUZ MARINA CARRERA / FOTOS OMAR HIDALGO│CORTESÍA