***Considerando las bases históricas de los eventos del 27 y 28 de febrero de 1989, se presenta como una invitación a reflexionar sobre el papel del pueblo, la responsabilidad del poder y la búsqueda de un futuro más justo

CIUDAD MCY.- A 36 años de aquel 27 de febrero de 1989, el eco de El Caracazo resuena con fuerza en la memoria de muchos habitantes en Venezuela. Aquel estallido social, que sacudió los cimientos del país, dejó una huella imborrable y transformó para siempre la forma en que los venezolanos se relacionan con el poder.

CRECIENTE DESIGUALDAD

La Venezuela de finales de los años 80 era un país marcado por profundas desigualdades. A pesar de la bonanza petrolera de décadas anteriores, la pobreza y la exclusión social persistían. El gobierno de Carlos Andrés Pérez, en su segundo mandato, implementó un paquete de medidas económicas neoliberales, siguiendo las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Estas medidas, que incluían la liberalización de precios, la privatización de empresas públicas y la reducción del gasto social, generaron un profundo malestar en la población.

UNA CHISPA SE ETERNIZÓ

El 27 de febrero de 1989, el aumento del precio del transporte público, como consecuencia del incremento de la gasolina, fue la chispa que encendió la revuelta. En Guarenas, ciudad cercana a la capital venezolana, estallaron las primeras protestas.

Es así como esta rebelión popular en el último año de la década de los 80 y durante cinco días, se estremecieron las principales ciudades del país junto a Caracas.

Primero la gente tomó las calles, hizo barricadas en las vías principales, tumbó las llamadas santamarías de los locales e iniciaron el “saqueo” de comercios.

Al principio esta apropiación y reparto de bienes llegó a ser tolerada por la policía, a tal punto que en zonas populosas los efectivos participaron en poner orden en las colas. Tampoco esta acción fue homogénea, en algunos lugares se reprimió duramente de principio a fin.

La rabia acumulada durante años llevó al desborde en forma de disturbios y manifestaciones masivas. La respuesta del gobierno fue contundente: la Fuerza Armada Nacional salió a las calles para reprimir las protestas. La brutalidad de la represión dejó un saldo de cientos, quizás miles de muertos, según cifras extraoficiales, y un número aún mayor de heridos y detenidos.

En un contexto de censura y control gubernamental, los medios de comunicación se enfrentaron a grandes desafíos para informar sobre los acontecimientos. La cobertura inicial fue caótica y fragmentada, pero a medida que la situación se agravaba, la prensa logró dar voz a la indignación popular, aunque con limitaciones.

La televisión, en particular, jugó un papel crucial al transmitir imágenes en directo de la represión, lo que generó un fuerte impacto en la opinión pública y desafió la narrativa oficial del gobierno.

DESPERTAR DE LA CONCIENCIA

El Caracazo dejó un legado complejo y controvertido. Para algunos, fue el despertar de la conciencia de un pueblo oprimido, el inicio de una nueva era de lucha por la justicia social. Para otros, fue un episodio de violencia y caos que sumió al país en una espiral de inestabilidad.

Sin embargo, posterior a la rebelión cayó la ilusión de la democracia representativa. La dirigencia política alejada de las necesidades populares, que por definición de clase perdió toda influencia sobre el pueblo, con el mensaje que promocionaba su mejor mercancía: la democracia y la libertad bajo el capitalismo.

Lo que es innegable es que El Caracazo marcó un punto de inflexión en la historia de Venezuela, debilitando profundamente el sistema político bipartidista que había dominado el país durante décadas y allanó el camino para el ascenso de nuevas fuerzas políticas, como consecuencia de esa corriente histórica-social latente desde la invasión colonial, de la que emergió esta resistencia que se manifestó de manera espontánea y sin direccionamientos ideológicos.

MEMORIA, JUSTICIA Y FUTURO

A 36 años de distancia, El Caracazo sigue siendo un tema de debate y reflexión. Es un cuestionamiento a las causas profundas de la desigualdad y la injusticia, así como al papel de los gobiernos y los medios de comunicación en momentos de crisis.

Sin embargo, esta fecha también recuerda la necesidad de construir una sociedad más justa y equitativa, donde se escuchen las voces de los más vulnerables, siendo la memoria histórica fundamental para evitar que se repitan los errores del pasado posibilitando la construcción de un futuro donde la justicia y la dignidad sean pilares de cada paso.

REINYMAR TOVAR / FOTOS REFERENCIALES