Fundada el 18 de noviembre de 1620, la capital del municipio José Félix Ribas conmemora años de evolución, trabajo y esperanza

CIUDAD MCY.-Entre montañas que guardan los ecos del tiempo y valles que fueron testigos de antiguos caminos coloniales, se levanta La Victoria, ciudad aragüeña donde el pasado aún conversa con el presente. Sus calles, su plaza y su gente conservan el espíritu de una comunidad que, desde su origen, ha hecho de la constancia y el trabajo su forma de avanzar.

La historia reconoce el 18 de noviembre de 1620 como la fecha oficial de fundación de La Victoria, cuando se erigió como pueblo de doctrina bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe. Sin embargo, los orígenes se remontan a finales del siglo XVI, cuando ya existían comunidades agrícolas e indígenas en la zona. Con el paso de los años, aquel pequeño poblado fue adquiriendo forma, identidad y relevancia dentro de los valles centrales de Venezuela.

Hoy, más de cuatro siglos después, La Victoria, capital del municipio José Félix Ribas del estado Aragua, mantiene viva esa herencia fundacional. Su nombre no solo evoca la célebre batalla independentista de 1814, sino también la fuerza cotidiana de un pueblo que ha sabido levantarse y reinventarse ante cada desafío histórico.

La Victoria nació de la tierra y del esfuerzo humano. Sus primeros habitantes, agricultores y colonos, construyeron su vida alrededor de la plaza mayor y el templo, formando una comunidad que floreció al ritmo del trabajo agrícola. El cultivo del cacao, la caña de azúcar y otros rubros convirtió al poblado en un punto de intercambio y subsistencia en el corazón de la provincia.

APORTE EMANCIPADOR

Durante el periodo colonial, su ubicación estratégica entre los valles del Tuy y la cuenca del Lago de Valencia favoreció el comercio y la comunicación entre regiones. Poco a poco, se consolidó, y ya para el siglo XVIII era una referencia local en producción agrícola y actividades religiosas, con una población que crecía al calor del trabajo y la devoción.

Sin embargo, la verdadera huella de La Victoria en la historia nacional se grabó en el siglo XIX, cuando su nombre quedó ligado para siempre a la Batalla de La Victoria, librada el 12 de febrero de 1814. Aquel día, los jóvenes liderados por el general José Félix Ribas defendieron la ciudad frente a las tropas realistas, convirtiendo el hecho en símbolo de valentía, identidad y patriotismo. Desde entonces, la ciudad asumió el título de “Ciudad de la Juventud Heroica”, y su espíritu quedó marcado por esa herencia de coraje.

 DE PUEBLO AGRÍCOLA A CIUDAD CON IDENTIDAD

A lo largo del siglo XX, La Victoria experimentó un proceso de transformación que la llevó de pueblo agrícola a ciudad moderna. La instalación de industrias, la llegada del ferrocarril y el crecimiento de los servicios públicos y educativos impulsaron su desarrollo urbano. Nuevos barrios y avenidas fueron extendiendo su mapa, al tiempo que se preservaban los espacios emblemáticos que dan cuenta de su historia.

Hoy, la capital ribense combina tradición y modernidad. La plaza Ribas, el Templo Nuestra Señora de Guadalupe y el Cerro de la Juventud siguen siendo referentes de identidad, al mismo tiempo que la ciudad avanza con obras, universidades, centros culturales y emprendimientos que fortalecen su vida económica y social.

La Victoria se distingue por su carácter acogedor y su dinamismo. Cada año, sus habitantes celebran con orgullo las fechas que los definen: el 18 de noviembre, aniversario de su fundación, y el 12 de febrero, Día de la Juventud, con actos, desfiles y encuentros que refuerzan la memoria colectiva y el sentido de pertenencia.

SÍMBOLOS DE IDENTIDAD

Hoy, La Victoria es una de las ciudades más importantes del Eje Este. Su población joven y su actividad cultural la proyectan como un espacio en constante movimiento. La educación universitaria, la formación técnica, el deporte y el arte son pilares del desarrollo local y motor de una ciudadanía cada vez más comprometida con su entorno.

En sus parroquias, tanto urbanas como rurales, se preserva la diversidad que la caracteriza: comunidades agrícolas, zonas industriales y urbanizaciones que conviven en un equilibrio singular. Ese contraste entre lo tradicional y lo moderno define su esencia: una ciudad que crece sin olvidar sus raíces.

La labor de instituciones, movimientos sociales y organizaciones culturales ha permitido mantener viva la historia local, mientras se promueve la innovación y el sentido de identidad. En cada generación, los victorianos renuevan el legado de sus antepasados con una mirada puesta en el porvenir.

REINYMAR TOVAR FOTOS : REFERENCIALES