*** La imagen del Cristo yacente, resguardada en una urna de cristal adornada con flores moradas y blancas, es el centro de esta tradición que data de hace más de 200 años, entre los siglos XVII y XVIII ***
CIUDAD MCY.- En el laberinto de tradiciones que tejen la Semana Santa venezolana una destaca por su profundo arraigo popular y su imponente manifestación de fe: la procesión del Santo Sepulcro de Villa de Cura, en el municipio Zamora del estado Aragua. Este evento, que se celebra con fervor cada Viernes Santo, trasciende lo meramente religioso para convertirse en una expresión cultural viva, transmitida de generación en generación.
La historia de esta tradición se pierde en las brumas del tiempo, con relatos que la vinculan a más de dos siglos de devoción. El Santo Sepulcro, una imagen articulada de Cristo yacente, reposa durante todo el año en una casa especialmente dedicada a su cuidado, la cual se erige como un santuario de promesas y plegarias.
Es allí donde los feligreses acuden en busca de consuelo y esperanza, dejando a su paso testimonios de fe que visten las paredes del recinto.
Pero es el Viernes Santo cuando el Santo Sepulcro cobra un protagonismo especial. Al caer la tarde, la imagen es delicadamente colocada en una estructura ricamente adornada con flores, principalmente orquídeas, donadas por familias devotas. Cientos de hombres, cargadores por tradición familiar o por promesa, se congregan con fervor para llevar sobre sus hombros el peso sagrado.
La procesión se convierte entonces en un río humano que serpentea por las calles de Villa de Cura. El silencio respetuoso solo es interrumpido por las oraciones y los cantos litúrgicos, mientras la multitud acompaña al Cristo yacente en su recorrido. La atmósfera se carga de solemnidad y recogimiento, uniendo a propios y extraños en un mismo sentimiento de fe y reflexión sobre el sacrificio de Jesús.
Lo que hace única a esta tradición no es solo su antigüedad o la masiva participación de la comunidad, sino la profunda conexión personal que cada habitante de Villa de Cura establece con el Santo Sepulcro. Para muchos, cargar la urna es un honor, un acto de agradecimiento por favores concedidos o una penitencia ofrecida con humildad. Las historias de milagros y promesas cumplidas se entrelazan con el aroma de las flores y el fervor de las plegarias, enriqueciendo el significado de esta manifestación religiosa.
El Santo Sepulcro de Villa de Cura no es solo una procesión, es un legado vivo de fe, una tradición que moldea la identidad de un pueblo y que cada Semana Santa se renueva con la misma intensidad de antaño.
Es una ventana a la profunda espiritualidad del venezolano, un testimonio de cómo la devoción puede trascender el tiempo y las generaciones, manteniendo viva la llama de la fe en el corazón de una comunidad. En este rincón de Aragua, la Semana Santa se vive con una intensidad palpable, siendo el Santo Sepulcro su máxima expresión, un relato de fe escrito en cada paso de sus devotos.
REINYMAR TOVAR

