CIUDAD MCY.- Las neoplasias benignas generalmente causan síntomas que deben ser tratados, mientras que las que son malignas -el cáncer- se tratan con cirugía y con terapias oncológicas
Los tumores son crecimientos anormales de tejido y su clasificación depende de la amenaza que representan para la vida de quien lo padece: Si no hay peligro se considera que un tumor es benigno, aunque manifieste sintomatología; si la supervivencia de la persona está en riesgo entonces se considera que la tumoración es maligna o cáncer.
La médico oncólogo de la Sociedad Anticancerosa de Venezuela (SAV), Sara Altuna, explicó que “una neoplasia benigna significa que la persona no va a morir debido a ese tumor, puede vivir con él, pero no necesariamente significa que no le va a dar síntomas. Una referencia de esto son los fibroadenomas, que son tumores benignos en el tejido glandular de los senos. Se presentan como unos bultitos que es posible que causen dolor mamario con los ciclos menstruales o pueden estar relacionados con algo de inflamación”.
Señaló que en lo que respecta a tumoraciones que no son malignas, el tratamiento generalmente consiste en paliar la sintomatología, como en el caso de los que se detectan en el tracto digestivo y que no tienen malignidad, pero que pueden causar sangrados, por ejemplo.
Indicó que, a diferencia del cáncer, estas neoplasias benignas “suelen ser de crecimiento más lento, con un carácter de estabilización, es decir, ellos llegan a un momento en el que dejan de crecer y se quedan del tamaño en el que están, o pueden inclusive hacer regresión. Su comportamiento no se puede predecir, pero se puede observar en el tiempo y es lo que generalmente se hace”, además de tratar la sintomatología que generan.
Tumores malignos
La médico oncólogo explicó que, por el contrario, los tumores cancerígenos son de rápido crecimiento, y son producidos por el desarrollo desordenado y descontrolado de células en un órgano determinado, por lo que ponen en riesgo la vida del paciente si no son diagnosticados y tratados a tiempo.
Aseguró que “el tratamiento del cáncer es multidisciplinario, dependiendo de dónde se encuentre el tumor, y lo más probable es que haya que hacer una serie de tratamientos antes y después de resecar esa lesión, siendo una máxima en la medicina que la cirugía es la estrategia curativa por excelencia. Sin embargo, hay circunstancias en las cuales estos tumores no se pueden operar, y hay alternativas terapéuticas que también pueden utilizarse a la hora de lograr el control de la enfermedad e, inclusive, de la curación del paciente”.
El diagnóstico de las tumoraciones malignas se hace a través de una biopsia “que es la única forma de hacerlo, ya que sí hay signos radiológicos u otros hallazgos clínicos que el médico puede utilizar para apoyarse a la hora de diagnosticar, pero la confirmación definitiva se hace con una biopsia” y la anatomía patológica de la muestra.
Condición premaligna
Altuna explicó que si la conclusión del estudio patológico es que hay presencia de células atípicas “es necesario reevaluar el caso, hay que revisar de dónde se tomó la muestra, cuáles eran los criterios al hacer el análisis, porque este tipo de resultado lo que significa es que estamos frente a células que no son propias de ese tejido, que tienen cambios en su núcleo y en su conformación y, por ende, no encajan en el patrón del tejido celular donde se encuentran, por lo que podrían ser indicativas de cáncer o una condición premaligna”.
Indicó que si la muestra no es suficiente hay que tomar una segunda biopsia, se debe reevaluar el paciente y hacer estudios más profundos para confirmar la malignidad, que es lo que generalmente sucede, y luego, según sea el caso, dar el tratamiento necesario y adecuado al paciente.
Un ejemplo de estos casos son las citologías o la prueba de Papanicolaou, que pueden arrojar presencia de células atípicas y en esa situación el médico indica una colposcopia, y una biopsia para un diagnóstico preciso.
CORTESÍA