*** Se hace necesario trabajar directamente desde y hacia el colectivo masculino para erradicar el machismo, la discriminación y la violencia de género ***

CIUDAD MCY.- Luego de muchos años de luchas, el movimiento feminista ha conseguido que sus reivindicaciones estén en el centro del debate social y político de las sociedades occidentales.

El análisis crítico del detestable patriarcado y degenerado en el machismo, ha sentado las bases teóricas para analizar las desigualdades entre hombres y mujeres y, también, para desarrollar herramientas conductuales para revertirlas.

Aun cuando se evidencian desafíos para abordar el machismo, la discriminación, las múltiples formas de desigualdad y la violencia de género, es alentador que formen parte de la agenda pública.

Los cambios que proponen los feminismos, como proyectos profundamente transformadores, no sólo deben estar dirigidos a las mujeres, sino mucho más y especialmente a los hombres.

EN PRIMERA PERSONA

A medida que avanza el movimiento feminista, se ha hecho cada vez más evidente la importancia de un planteamiento: ¿Qué papel tenemos los hombres en esta lucha, debemos seguir siendo sujetos pasivos y aliados meramente colaterales de las luchas feministas? ¿O asumimos posturas imprescindibles para los cambios estructurales, que la agenda feminista propone, sean de mediano alcance?

Ante la creciente conquista de muchos espacios de la sociedad por parte de las mujeres, han proliferado también discursos “neomachistas” que evidencian un malestar masculino presente en los segmentos sociales.

Muchos hombres no están dispuestos a renunciar a ciertas posiciones de privilegio y dominio. A ellos se dirigen los proyectos reaccionarios y de extrema derecha que hacen de salvaguarda de la masculinidad tradicional uno de sus ejes discursivos. Son varias las razones sobre porqué la discusión acerca de la masculinidad ha quedado en un segundo plano.

Primero porque los hombres mismos no hemos impulsado con fuerza un debate que implique poner nuestra propia identidad en juego y someter nuestro rol a una discusión pública.

Los hombres debemos pasar ahora a ser también un objeto que seamos estudiados, analizados y cuestionados, por ello debemos desocupar el centro, la neutralidad que nos ha construido la cultura androcéntrica y patriarcal, al exponer la masculinidad como algo particular y supone, qué duda cabe, una profunda incomodidad.

Segundo, porque la lucha feminista se ha centrado principalmente en la situación de las mujeres y porque el feminismo ha hecho de las mujeres su sujeto político, reservando para nosotros un papel secundario y marginal.

Tampoco las instituciones han querido o no han sabido cómo implicarnos a los hombres, que continuamos estando ausentes de sus políticas y permanecemos ajenos y desentendiéndonos de asumir un papel activo en la transformación de los roles de género y la desigualdad entre hombres y mujeres.

SOMOS EL ORIGEN

Es primordial concientizarnos de que los hombres somos parte responsable de las estadísticas donde los casos de actitudes y comportamientos machistas, la discriminación de género y el fatídico constructo de violencia contra la mujer, son perpetrados por nosotros, los hombres.

Muchas veces esto se enmarca dentro de la observancia como “problemas de la mujer”, pero no debe ser siempre es así, debemos asumir que proviene de los hombres, entonces, ¿dónde está el problema? Pues, bien, el problema proviene de nosotros, por lo tanto debemos hablar de esto entre los hombres.

Nuestras actitudes han cambiado en lapsos de unas generaciones, pero las flagrantes desigualdades de género siguen siendo parte de la vida cotidiana. Las mujeres pasan más del doble del tiempo que los hombres haciendo trabajo doméstico y de cuidado sin remuneración.

Sin embargo, para abordar esos asuntos se requiere cooperación y los hombres realmente, no están ni desean estar involucrados en la discusión de estos temas.

Los hombres estamos programados socialmente desde muy temprana edad con la idea de alejarse lo más que se pueda de lo que caracteriza el comportamiento de mujeres o niñas.

Como resultado, cuando enfrentamos una situación de poder en el lugar de trabajo, la creencia de raíz es que eres un blando de tu propio género si apoyas a una mujer.

¿HOMBRES FEMINISTAS E IGUALITARIOS, LA SOLUCIÓN?

Hace cuarenta años, aproximadamente, comenzaron a aparecer los “grupos de hombres” que se pusieron como tarea reflexionar, de forma colectiva, sobre su condición patriarcal y de género y buscar alternativas de cambio personal y colectivo. Estos grupos fueron el movimiento – semilla de “hombres por la igualdad” y de asociaciones de “hombres por la igualdad de género”.

Los hombres igualitarios se consideran parte del Movimiento Feminista y de la ideología en favor de la igualdad, y proponen el concepto de Perspectiva Integral de Género como la forma de asumir que, en esta lucha por la igualdad, son necesarios tanto las mujeres como los hombres.

De igual manera, las políticas públicas deben fomentar, legislar y apoyar tanto a los grupos de mujeres en su lucha contra el machismo traducida en violencia de género, empoderamiento, cuotas paritarias y otras, como a los grupos de hombres en su también específica lucha contra el machismo desde la corresponsabilidad en la crianza,  custodia compartida igualitaria, conciliación de la vida familiar y laboral, permisos de paternidad, trabajo colaborativo – cooperativo y no competitivo, así como el  pacifismo.

Las nuevas masculinidades han venido proponiendo nuevas formas de ser hombre, sin limitar el desarrollo de los varones al restringir cualidades o emociones erróneamente no asociadas con su género.

Los hombres feministas se plantean que el futuro de la sociedad  será fruto de una revolución no violenta en la que se necesita la unión de hombres y mujeres que trabajen desde la complementariedad y en una misma dirección.

MARCOS GAVIDIA| FOTOS |REFERENCIALES