Una tradición popular que simboliza el cierre y apertura de ciclos: la liberación de cargas del pasado y la esperanza de comenzar lo nuevo
CUIDAD MCY.-Cuando se acerca el 31 de diciembre, en distintos rincones de Venezuela, el fuego adquiere un significado especial. No es solo celebración, es la quema del Año Viejo, una tradición popular que simboliza el cierre de ciclos, la liberación de cargas del pasado y la esperanza de comenzar de nuevo.
Esta práctica se repite en diversas regiones del país, desde Los Andes venezolanos (Táchira y Mérida) hasta estados del centro y occidente como Carabobo, Lara y Zulia. Aunque cada comunidad la celebra a su manera, el mensaje se mantiene intacto: la metáfora universal de cierre de ciclos, purificación y renovación, expresada en rituales de fin de año, de quemar lo viejo para dar paso a lo nuevo.
El centro del ritual es el muñeco del Año Viejo, una figura artesanal elaborada con ropa usada, paja, aserrín o papel periódico. Su rostro suele representar situaciones, personajes o acontecimientos que marcaron el año. En algunos casos, el muñeco contiene fuegos artificiales, lo que convierte la quema en un acto cargado de emoción colectiva y crítica social.
ENCUENTRO SOCIAL
Para entender cómo esta tradición se vive desde lo cotidiano, el testimonio de Juan Carlos Salas, habitante de La Grita, estado Táchira, ofrece una mirada cercana. Según relata, la preparación del muñeco comienza desde el 25 de diciembre, utilizando materiales sencillos. “Cada carro que pasa colabora con un aporte para la quema”, explica Salas, al tiempo que resalta el carácter comunitario del ritual.
La noche del 31, antes de encender el fuego, muchas personas expresan aquello que desean dejar atrás. “Es una forma de quemar lo malo del año para poder empezar de nuevo”, señala Salas, quien aclara que el objetivo no es el espectáculo, sino el significado simbólico del acto.
Más allá de la quema, la tradición se convierte en un espacio de encuentro social. Familias y vecinos se reúnen, comparten alimentos y esperan juntos la llegada del nuevo año. En muchas comunidades, la ceremonia se acompaña de la lectura del “testamento del Año Viejo”, un texto cargado de humor y reflexión que permite hacer un balance de lo vivido.
Aunque los tiempos cambian, la quema del Año Viejo sigue vigente como una expresión cultural profundamente arraigada en Venezuela. No es solo una celebración: es un acto simbólico que mezcla memoria, crítica y esperanza. Entre llamas y cenizas, el país despide el año que termina y se prepara, una vez más, para comenzar de nuevo.
ANTES QUE ARDA EL AÑO VIEJO
Previo a la medianoche, muchas personas realizan prácticas espirituales enfocadas en la limpieza emocional y la intención consciente. Entre las más comunes está la limpieza energética del hogar, con agua y sal, así como ordenar y desechar objetos viejos como gesto de cierre de ciclos.
La vestimenta también se carga de simbolismo: el rojo se asocia con el amor, el amarillo o dorado con la prosperidad y el blanco con la paz. Algunas personas llevan un billete en la cartera como símbolo de abundancia.
Entre los rituales menos visibles, destaca escribir una carta al “yo” del año que termina, agradecer lo vivido y quemarla antes de la medianoche. Otros optan por crear un “vision board”, donde visualizan y declaran metas y deseos para el nuevo año, o recurren a lecturas de tarot u oráculos como herramientas de reflexión.
Más allá de las creencias, todas estas prácticas comparten un mismo propósito: cerrar con conciencia para comenzar con intención.
KAREN RODRÍGUEZ | FOTOS | REFERENCIALES


