Esta representación bíblica, venida de tierras más antiguas, fue adoptada por Venezuela luego de la conquista española, hasta hacerla de un valor religioso y tradicional de gran significación
CIUDAD MCY.- La historia del Pesebre en Venezuela no comenzó en un pesebre de madera, sino en la mente de los evangelizadores franciscanos y dominicos que llegaron al continente en el proceso de la conquista.
Si bien San Francisco de Asís popularizó la escena en el año 1223, fue la Orden Franciscana la que introdujo esta representación en el territorio venezolano durante la época colonial.
Originalmente, estas figuras eran piezas de imaginería fina, importadas de España o de las famosas escuelas de Quito y El Cuzco. Sin embargo, el pueblo venezolano, en su afán por participar de la fe, comenzó a fabricar sus propias figuras con barro, madera de cedro y tintes naturales.
De esta manera, el pesebre dejó de ser un objeto de lujo en las iglesias para convertirse en una expresión popular en las casas de los campesinos y mantuanos por igual.
VENEZUELA Y SU PESEBRE
A medida que la tradición se asentaba, el paisaje bíblico de Judea fue sustituido por la geografía nacional. Las montañas de Belén se transformaron en Los Andes venezolanos, cubiertas con musgo natural o barba de palo. Los ríos se empezaron a simular con papel de plata o espejos, y los animales del desierto fueron acompañados por especies locales.
NACIMIENTO DE JESÚS EN MANOS INGENIOSAS
Este don de representar la historia es el que hereda Pablo Gottos, quien llevó la tradición a una escala monumental en tiempos modernos.
Refiere Gottos: “cuando yo armaba esos pesebres gigantes con materiales de provecho, sentía que estaba continuando lo que hacían mis padres pero más grandes».
Destacó que utilizaba lo que se tenía a mano para honrar una creencia. “El cartón se convertía en piedra y el plástico en agua, es el milagro de la creatividad venezolana», explica este creador artesanal.
Durante el siglo XX, con la influencia de la cultura estadounidense, el árbol de la navidad comenzó a ganar terreno en los hogares. No obstante, el pesebre resistió como el bastión de la fe católica. La diferencia radica en que, mientras el árbol es ornamental, el pesebre es narrativo.
Para Ireidy Rondón, esta narrativa es la que justifica su esfuerzo, aunque sea a pequeña escala. “La historia que cuenta el pesebre es la de una familia buscando refugio. Por eso, aunque mi nacimiento sea chiquito, me aseguro de que cada pieza esté en su lugar. Es la historia de nuestra propia humanidad resumida en una mesa», reflexiona.
Históricamente, el pesebre servía como «catequesis visual» para quienes no sabían leer. Hoy, esa función pedagógica se mantiene viva en el núcleo familiar. No se trata solo de adornar, sino de contar una historia que se renueva cada 24 horas.
Para Marcel Vegas, el montaje temprano en noviembre es una estrategia de transmisión de valores, pues la historia no se aprende en un libro, se aprende montando el pesebre.
Relata Vegas: “mis hijos preguntan quiénes son los Reyes Magos, por qué el ángel está ahí. Al tenerlo listo desde noviembre, permito que esa historia se asiente en sus mentes. Cada mañana, el pesebre les recuerda una esperanza».
BELÉN VENEZOLANO
Desde las grandes catedrales hasta el rincón más humilde de una comunidad venezolana, el pesebre criollo sigue siendo un ejercicio de memoria colectiva.
Es el punto de encuentro donde convergen la herencia hispánica, la mano de obra criolla y la fe inquebrantable de un pueblo que, cada diciembre, vuelve a construir su propio Belén.
MARÍA JOSÉ PARRA | CIUDAD MCY |FOTOS CORTESÍA

