Ciudad MCY.-El árbol de Navidad puede estar repleto de bambalinas brillantes, lazos de terciopelo y luces que parpadean con ritmo alegre. Sin embargo, si miramos bien, notaremos que sin su pieza final, el árbol parece estar conteniendo la respiración: Le falta su corona, le falta su norte.
La Estrella de Navidad no es un adorno más; es el punto final de una historia de amor y el comienzo de una promesa. Pero, ¿por qué tiene una forma tan específica y por qué la tradición dicta que debe esperar hasta el último momento para brillar?
Una brújula en el cielo
La historia de la estrella se remonta al relato más antiguo y hermoso de la cristiandad. Su origen es la Estrella de Belén, el astro luminoso que, reseña el Evangelio de Mateo, apareció en el cielo de Oriente.
No era una estrella común, era una señal divina, una «brújula de luz» destinada a guiar a los Tres Reyes Magos: Gaspar, Melchor y Baltasar, hacia el humilde pesebre donde había nacido la esperanza del mundo.
«Y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que, llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.» (Mateo 2:9)
Colocar la estrella en la punta del árbol simboliza ese mismo acto de fe: mirar hacia arriba para encontrar el camino. Nos recuerda que, incluso en las noches más oscuras de nuestra historia o de nuestras vidas personales, siempre existe una luz capaz de guiarnos hacia lo esencial, hacia el amor y la verdad.
¿Por qué esperar hasta el 24 de diciembre?
En un mundo que a veces corre demasiado rápido, donde decoramos las tiendas en octubre, la tradición de la estrella nos pide algo revolucionario: paciencia.
La costumbre dicta que la estrella o el ángel, en algunas casas, se debe colocar el 24 de diciembre, preferiblemente antes de la cena de Nochebuena o justo antes de la medianoche por razones profundamente litúrgica y emotiva:
El Fin del Adviento: Durante semanas hemos preparado el hogar y el corazón y el árbol sin punta representa la espera, el tiempo de preparación.
La llegada de la luz: Colocarla el 24 simboliza el nacimiento de Jesús. Él es la «Luz del Mundo». Poner la estrella esa noche, es decir: «La espera ha terminado, la luz ha llegado a nuestra casa».
El ritual de la unión: Es el momento cumbre de la decoración. No es algo que se hace «al pasar». Es un honor reservado usualmente para el miembro más pequeño de la familia (alzado en brazos por un adulto) o el más anciano, uniendo generaciones en un mismo gesto de alcanzar el cielo.
El sentido de la Navidad
Este año, cuando llegue el 24 de diciembre y tengas esa estrella en tus manos, deténgase un segundo antes de colocarla; sienta su peso ligero, pero su significado inmenso; esa estrella representa la luz que todos necesitamos en nuestros hogares venezolanos: La luz del entendimiento, de la reconciliación y de la alegría sencilla.
Al coronar su árbol, piensa que esa luz no solo debe quedar en la rama más alta del pino; esa luz debe bajar e instalarse en la mesa donde compartirás la hallaca, en el abrazo que darán a sus padres o hijos, y en el recuerdo de aquellos que hoy nos cuidan desde el cielo y que ahora son, verdaderamente, las estrellas eternas.
Ritual para la Nochebuena:
Este 24 de diciembre, apaguen todas las luces de la casa un minuto antes de poner la estrella. Que alguien de la familia la coloque y, al encender el árbol, digan juntos: «Que esta luz ilumine nuestra casa, guíe nuestros pasos y mantenga unida a nuestra familia».
¡Que la estrella de su árbol no sea solo plástico o cristal, sino el faro que ilumine un año nuevo lleno de bendiciones!
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