***Unas medidas de un gobierno que privilegió a la macroeconomía por encima de los valores sociales como el empleo, alimentación, salud y la educación, desencadenaron en ira colectiva que fue aplastada con violencia y muerte, quedando en la memoria como ejemplo de una justa rebelión popular

CIUDAD MCY.- Previo al inicio de los años noventa, la caída del Muro de Berlín y el auge de los textos de Huntington y Fukuyama envalentonan a los que poseen el poder económico en Venezuela y se convencen aún más de que la única forma de salvar al país es rescatando al capitalismo y reemplazarlo por un “Capitalismo Productivo”.

La clase dominante plantea el libre mercado y la imposición del empresariado como base de la sociedad neoliberal, e intentaría llevar a cabo una propuesta de relevo del modelo rentista petrolero colapsado, siempre bajo la influencia de los grupos de interés y la mayoría del cuerpo académico del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA).

Es así como al momento que Carlos Andrés Pérez asume su segunda presidencia en 1989 cuenta con asesores inspirados en el neoliberalismo. Además de los representantes directos de las clases dominantes parasitarias se encontraban los llamados “IESA-Boys”. El presidente electo dispone de un equipo de “brillantes mentes postmodernas”, contrarias al pensamiento político de Acción Democrática.

A mediados de la década de los 80, desde las oficinas de funcionarios del Banco Central de Venezuela (BCV) ya habían salido las primeras Cartas de Intención dirigidas al Fondo Monetario Internacional (FMI), ente dirigido en ese entonces por los intereses de los grupos económicos nacionales y trasnacionales, particularmente de los representantes más ilustres del capital financiero criollo.

Mientras, un equipo de tecnócratas construía el IX Plan de la Nación conocido como “El Gran Viraje”, documento pieza fundamental para comprender la ideología neoliberal que predominó justo antes de los fatales acontecimientos del año 89 en Venezuela.

El empobrecimiento económico y la fragmentación social se venían acrecentando y las características más relevantes de la crisis eran una inflación creciente, desequilibrios en indicadores macroeconómicos, corrupción generalizada, deterioro de los salarios y de los servicios públicos, fuga privada de capitales, endeudamiento interno y externo progresivo, desencanto social y político de la ciudadanía y por último el desgaste del modelo de desarrollo basado en la renta petrolera.

Apenas se toman las primeras medidas de aumento en los precios en las tarifas de transporte público y en la gasolina, rubros más sensibles para la clase trabajadora, es cuando se da una explosión que se enciende inicialmente en Guarenas, Caracas y luego se propaga por la superficie urbana de importantes ciudades, hasta convertirse en estallido social nacional.

El fenómeno social catalogado como “sacudón” y “el día que bajaron los cerros”, conocido en el registro colectivo como “El Caracazo” del 27 y el 28 de febrero de 1989, convirtió el tema de la pobreza en la principal causa de movilización política en Venezuela a lo largo de los años noventa.

27F Y 28F: EL PUEBLO SE REBELA

Primero la gente tomó las calles, especialmente la ciudad de Caracas, donde hicieron barricadas en las principales vías, derribaron las santamarías de locales comerciales e iniciaron el “saqueo”. Al principio esta toma/apropiación y reparto de bienes llegó a ser tolerada por la policía, a tal punto que en zonas populosas los efectivos participaron en poner orden en las colas.

Importa resaltar que no sólo eran los habitantes de las barriadas pobres los que dejaban de respetar la sacrosanta propiedad privada, sino que los sectores medios de Caracas salieron a tomar los carritos de los supermercados esta vez para participar en una inédita experiencia de expropiación ejercida por la clase bien. En urbanizaciones de estratos medios también se protagonizaron particulares saqueos.

Mucho antes de la explosión social se había sembrado la tensión y la incertidumbre, las expectativas negativas recaían sobre el gobierno que recién se estaba instalando. A fines de 1988, y durante el primer mes del nuevo año, en los automercados y abastos se empezaron a formar colas de gente solicitando productos que se estaban racionando.

Las pobladas que irrumpieron en los establecimientos comerciales lograron que aparecieran productos que estaban acaparados, a la espera de que el nuevo gobierno anunciara la devaluación y ajustes en los precios. Transcurrieron meses con ausencia de pan en las panaderías, y en medio de la revuelta popular se evidenció cómo aparecían productos con precios viejos.

FANB PROTEGE LA PROPIEDAD A COSTA DE LA VIDA

El país vio cómo los soldados disparaban con fusiles a las personas que venían bajando las escaleras de los cerros y en las entradas del cordón de barrios populares caraqueños.
Impotentes testigos observaron cómo mujeres, hombres y jóvenes caían heridos por las balas de los soldados armados con fusiles.

Mucha gente murió en esas terribles horas, fueron momentos de angustia, al recorrer las calles yacían cuerpos de gente; en los barrios iban y venían furgonetas, algunas cargadas de cadáveres.

Aunque no se conoce con exactitud la cantidad de personas asesinadas, diversas investigaciones y publicaciones aseveran que las víctimas ascendieron a 3 mil. Vale recordar que en medio de este suceso aparecieron fosas comunes como La Peste, en el Cementerio General del Sur, en Caracas, donde se encontraron muchos cuerpos sin identificar, fuera de la lista oficial.

AL SACAR LAS CUENTAS

Luego de El Caracazo, cayó la ilusión de la democracia representativa, glorificada por los carnavales electorales, y mostró sus pies de barro. La dirigencia política alejada del pueblo, por definición de clase, perdía toda influencia con el mensaje que promocionaba su mejor mercancía: la democracia y la libertad bajo el capitalismo.

El modelo político entró en crisis de legitimidad, se desgastó su promesa, se develó el engaño cínico. El pueblo dejó de creer y perdió la fe en el discurso del liderazgo político. Y la gente tomó las calles. No estaban dirigidos por ideologías, esta participación fue subordinada al “espontaneísmo”.

Emergió con fuerza una expresión de esa corriente histórica-social que ha permanecido latente desde la invasión colonial. Ese hilo histórico de resistencia se manifestó de manera espontánea. En esos días de febrero emergen los sentimientos e intereses de los sectores dominados y afectados por el modelo político y económico, heredero de las luchas sociales que se habían gestado y manifestado desde la colonia.

En estos días en que la Patria de Bolívar se encuentra asediada por las agresiones sin precedentes en los ámbitos económico, financiero y político desde el imperio global, un imperio que cuenta con grandes recursos tecnológicos, estratégicos, culturales y que recurre al terrorismo geopolítico para asfixiar la vida cotidiana, se hace obligante la reflexión profunda sobre ese histórico 27 de febrero.

MARCOS GAVIDIA